En la serie de moradas del Samsara la morada humana es una morada intermedia entre los devas y el infierno, entre planos superiores y planos inferiores. Es una tierra de nadie entre moradas donde el apego es enorme, los devas y moradas donde la ignorancia es enorme, el infierno. La liberación total del Samsara es más fácil de hacerse en el plano humano, debido a que estas raíces del mal están ambas atenuadas, pero no siempre es el caso. La inmensa mayoría de los humanos están inmersos en la ignorancia a mayor o menor nivel. Pero no es una ignorancia “dada” o “concedida”, es una ignorancia debida al kamma de cada uno y en la inmensa mayoría de los casos resulta invencible. Se pueden clasificar a los humanos en cuatro categorías: el sabio, el ignorante, el tonto y el necio. Mientras que el sabio es quien se ha liberado y el ignorante es quien tiene la capacidad de hacerlo, el tonto y el necio no pueden lograrlo. El tonto lo intenta, pero el necio ni eso. Para el ignorante, es imprescindible que el Samsara se vea como es: una existencia nada agradable. Al no ser un sabio, no puede ver la estructura del funcionamiento de la Ignorancia y cómo actúa, por lo que mientras está en periodo de adquirir la sabiduría necesaria es imprescindible que su entorno no sea engañosamente agradable, que los placeres sensuales estén limitados para que no se despiste de su objetivo final: dejar el Samsara. Porque al Samsara se le deja, y requiere un esfuerzo personal. Pero para ello hay que estar motivado. Mucho. Saber que la vida no es agradable, que la familia, los amigos, las cálidas tardes de sobremesa, los baños en la alberca o la suave brisa del océano no son más que el cebo que amarra el anzuelo del sufrimiento no es evidente. Quien vive medianamente bien, y se siente satisfecho es muy improbable que abandone todo para abandonarlo todo. Cuando el Buddha diseña la vida monacal tiene claro que debe ser una vida de renuncia, lejos de los placeres sensoriales, de todos los placeres sensoriales. Los únicos placeres que puede disfrutar un renunciante son aquellos que él mismo se genera, sin recurrir a los sentidos. Vestir de harapos, tener una escala social tan baja que es nula, vivir despreciado en los márgenes de una sociedad productiva, vivir de lo que a los demás les sobra, morar en el bosque a la intemperie o en un chozo, es una forma de vida que no produce más que motivación para abandonarla. Motivación, es la clave. Motivación para abandonar la ilusión del Samsara. Esta motivación es el motor que mueve al abandono del apego. Quien busca es aquel que ha perdido algo. Si no se ha perdido nada, o no se sabe que se ha perdido, no se busca. Incluso quien ha perdido no tiene por qué buscar. Es por ello por lo que los que han perdido todo en la vida, después de tenerlo, son los que emprenden la búsqueda. Esa motivación también que se traduce en deseo de aprender. Es el deseo más excelso, el deseo que lleva a los más alto: “Aquellos monjes míos, Ananda, que ahora o después de mi partida permanezcan como sus propias islas, sean su propio refugio, sin que tengan a nadie más que sea su refugio, con el Dhamma como su único refugio, ellos alcanzarán lo más alto, si es que tienen deseo de aprender”. DN 16 – Mahaparinibbana Sutta El deseo de aprender es condición necesaria. Esta motivación es la que mueve a abandonar la ignorancia. Una motivación con dos fines: uno para abandonar el apego y el otro para abandonar la ignorancia. Definitivamente. Tanto cuanta mayor sea la motivación, tanto más lejos se llega. Un buscador solo se da por vencido cuando cree que ya ha encontrado lo que necesita. Y puede ser cualquier meta. Si crees haber llegado, ya no darás un paso más. El Buddha diseña un sistema de vida especial para buscadores, los somete a reglas opresoras y a veces absurdas, la mata de hambre y no les deja ni siquiera tocar el dinero. Además, los iguala a lo más bajo y rastrero de la sociedad: los mendigos. Bhikkhu textualmente significa aquel que pide comida. No pide para comer, no. Pide comida para comerla en ese momento. Una vida de privaciones tan opresiva condiciona que no pierdan el tiempo y se pongan a aprender. Una vida indeseable que no genere ninguna clase de apego. Así vivían los renunciantes que eran discípulos del Buddha. Vivían como mendigos y aprendían de la fuente: el Buddha. Pero todo es impermanente, y las condiciones en las que los bhikkhus se mueven cambian y se adaptan. Tras la muerte del Buddha, aquellos que se alejaron de la palabra del Buddha y adoptaron la de Ananda y Upāli se inclinaron a recibir el favor real. Y, con altibajos, los bhikkhus se convirtieron en una organización política al servicio de los reyes y emperadores y no al servicio de la propia búsqueda de la iluminación. Así llegamos a hoy. Bhikkhus gordos, cebados por las dádivas y regalos de un pueblo supersticioso al que le hacen creer que cebar bhikkhus es de gran mérito. Hoy día, en todas las sectas, los bhikkhus viven bien, muy bien. Se libran de trabajar solo por el hecho de ir vestidos de hábito y hacer alguna ceremonia de tanto en tanto. Alguno gana dinero traduciendo, otro con cursos, otro con retiros. A todos les pagan los viajes, obligan a la gente a que se postre ante ellos, les regalan lo que tienen…son verdaderas estrellas de rock. ¿A alguien le cabe en la cabeza que un individuo así tenga la menor motivación para abandonar la existencia en el Samsara si ni siquiera son capaces de renunciar a esa vida? Y eso no es todo. Lo peor es la necedad. Ellos no buscan porque son bhikkhus, o sea, lo que sale por su boca es ley para el pueblo. Si alguien sabe, piensan ellos, son ellos. Ellos que portan el disfraz de monje, ellos que son la fuente de doctrina. Una fuente no recibe, da. Ignorancia a chorros. Ignorancia para ahogar a borbotones a un pueblo estúpido que cree. Tal es su necedad, que no quieren ver lo más evidente: no se iluminan, son incapaces. Así que, con negar la evidencia, con mantener una fe construida para mantener la impostura les sobra. Si ni siquiera saben meditar. El que más es experto en la producción masiva de la hora/culo. No hacen nada. No logran nada. Pudren la mente de la gente y vacían sus bolsillos. Parásitos de la sociedad. Viven como devas y son tan tontos como demonios. Lo peor de los ambos mundos, lo peor del Samsara.
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