Bastante complicado resulta entender este Dhamma que es complejo, abstruso, y más aún cuando el esfuerzo que se requirió para alcanzarlo es tan alto como para, encima, enseñarlo. En esta generación hay gente inmersa en el deseo, agarrada a su Ignorancia, sufriendo por culpa de ella, y siendo tan necios que la adoran, la defienden incluso con violencia. Solo su presencia es una molestia. Y tratar de enseñarles es aún peor. No es cuestión de compasión con ellos sino con uno mismo. Bastante es ya tolerarlos. El mundo sería mas llevadero si arrastran su sufrimiento en silencio, tal y como llevan sus hemorroides. Con fe, alegría y determinación. Sin embargo, también en esta generación hay tontos. Inmersos como los necios en su ignorancia, sufriendo por ella, pero no aferrándose a ella. A éstos el Dhamma les produce una divertida reacción alérgica. No comprendiendo nada si entienden lo tontos que son. Pero su misma tontería les impide poner las condiciones que fructifiquen en su liberación. Sólo aceptan que son tontos que hacen tonterías y que no tienen tiempo para dejar de hacerlas. Están demasiado ocupados. Ser tonto es un trabajo a tiempo completo. A los tontos es tontería enseñarles, están demasiado ocupados, pero no son una molestia como los necios. Son como payasitos que te alegran el día. Sirven para hacerte reír. Nada hay más divertido que hundirles en su propia miseria. Y por último están aquellos que están listos, dispuestos, esperando. Aquellos que con sólo exponerles el Dhamma enseguida agarran la corriente imparable de la libertad. Enseñar el Dhamma a éstos es sencillamente gratificante. Y sería un crimen no abrirles la puerta del Dhamma cuando lo llevan esperando tanto tiempo y te resulta tan fácil y satisfactorio hacerlo. Nadie ilumina a nadie. Pero puedes ser el gatillo que le falta a una pistola para dispararse. Y las pistolas acabarán llegando a ti bajo el sol. El sol tibio de la libertad. Colección de Discursos Agrupados Temáticamente Brahmayacana Sutta 6.1. Discurso con la súplica del Brahma Esto he escuchado. En una ocasión, el Bienaventurado estaba morando en Uruvela a la orilla del río Neranjara, al pie de la Higuera del Cabrero, un poco después de haber alcanzado su plena iluminación . Entonces, mientras el Bienaventurado estaba sólo en la reclusión, surgió en él la siguiente reflexión: “Este Dhamma que he descubierto es profundo, difícil de ver y difícil de entender; es apacible y sublime, trasciende la esfera del razonamiento, es sutil y ha de ser experimentado por el sabio. Pero esa generación se deleita en los deseos, disfruta de los deseos y se regocija en los deseos. Para semejante generación ese estado se torna difícil de ver, es decir, el condicionamiento específico, el origen dependiente. Y ese estado también se torna difícil de ver, es decir, [el estado de] de calma de todas las formaciones, el abandono de todas las adquisiciones, la destrucción de la avidez, el desapasionamiento, el cese, el Nibbana. Si yo hubiese enseñado ese Dhamma y si los demás no me entendiesen, esto podría fatigarme y podría molestarme.” En eso, se le ocurrieron al Bienaventurado esos espontáneos versos nunca antes escuchados: Es suficiente por ahora con tratar de enseñar Lo que había hallado con tantas dificultades; Ese Dhamma no es fácil de comprender Para aquellos que están oprimidos por la codicia y el odio. Aquellos que son consumados por la codicia, oscurecidos por las tinieblas, Nunca verán ese abstruso Dhamma, Profundo, difícilmente perceptible y sublime, Que va en contra de la corriente. Mientras el Bienaventurado reflexionaba de esa manera, su mente se inclinó hacia la morada en descanso y no hacia la enseñanza del Dhamma. Entonces, al Brahma Sahampati, habiendo conocido con su propia mente la reflexión [que surgió] en la mente del Bienaventurado, pensó lo siguiente: “¡Ay de mí! El mundo está perdido. ¡Ay de mí! El mundo está perdido porque la mente del Tathagata, del Arahant, del Perfectamente Iluminado se inclina hacia la morada en descanso y no hacia la enseñanza del Dhamma.” Entonces, tan rápido como un fuerte hombre extiende su brazo recogido o tan rápido como lo recoge cuando está extendido, el Brahma Sahampati despareció del mundo del Brahma y reapareció enfrente del Bienaventurado. Acto seguido arregló su hábito exterior en uno de sus hombros, se arrodilló con su rodilla derecha tocando el suelo y, con las manos alzadas y juntadas en un reverencial saludo, dijo al Bienaventurado: “Venerable señor, que el Bienaventurado enseñe el Dhamma, que el Sublime enseñe el Dhamma. He aquí hay seres con poco polvo en sus ojos que se pierden por no haber escuchado el Dhamma. He aquí habrán aquellos que van a entender el Dhamma.” Esto es lo que dijo el Brahma Sahampati. Y habiendo dicho esto, agregó: En el pasado apareció aquí entre los magadhans Un dhamma impuro ideado por aquellos que aún están manchados. ¡Abre esa puerta de lo Inmortal! Hazles escuchar El Dhamma descubierto por el Inmaculado. Como un hombre parado en la cima de la montaña, Puede ver a la gente abajo y todo al alrededor, Así también, oh Sabio de la visión universal, Ascendiste al palacio del Dhamma. Y siendo tú mismo libre de pena, observas la gente Hundida en la pena, oprimida por el nacimiento y la decadencia. ¡Levántate, oh héroe victorioso en la batalla! El líder de la caravana, libre de deudas, transeúnte en el mundo. Enseña el Dhamma, oh Bienaventurado, He aquí habrán aquellos que van a entenderlo. Cuando esto fue dicho, el Bienaventurado, habiendo comprendido la súplica del Brahma, por la compasión a los seres, inspeccionó el mundo con su ojo del Buda. Y cuando hizo eso, vio a los seres con poco polvo en sus ojos y con mucho polvo en sus ojos, con sus facultades perspicaces y con sus facultades inactivas, con buenas cualidades y con malas cualidades, fáciles de ser enseñados y difíciles de ser enseñados, y unos pocos que moraban viendo la culpa y el miedo en otro mundo. Al igual que en un estanque del agua con lotos azules, rojos o blancos, algunos lotos nacen en el agua, crecen en el agua y florecen mientras estén sumergidos en el agua sin haber salido a la superficie, otros lotos nacen en el agua, crecen en el agua y florecen mientras alcanzan la superficie del agua, y otros lotos, aunque nacidos en el agua y crecidos en el agua, se levantan por encima de la superficie del agua sin ser manchados por ella -de la misma manera, el Bienaventurado inspeccionó el mundo con su ojo del Buda, y vio a los seres con poco polvo en sus ojos y con mucho polvo en sus ojos, con sus facultades perspicaces y con sus facultades inactivas, con buenas cualidades y con malas cualidades, fáciles de ser enseñados y difíciles de ser enseñados, y unos pocos que moraban viendo la culpa y el miedo en otro mundo. Habiendo visto eso, respondió al Brahma Sahampati en verso: Ábranse las puertas de lo inmortal para ellos: Aquellos que tienen oídos tengan la fe liberadora. Previendo problemas, oh Brahma, no he predicado Este refinado y sublime Dhamma entre los seres humanos. Entonces, el Brama Sahampati pensando, “El Bienaventurado ha consentido [a mi súplica] en consideración a la enseñanza del Dhamma”, rindió homenaje al Bienaventurado y despareció de allí.
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