El concepto de propiedad privada es el que define el tipo de pensamiento económico. Hay sistemas que lo respetan mucho, otros poco e incluso otros nada. Y esto es debido al nivel de ignorancia sobre el que nos asentemos para determinar nuestras preferencias económicas.
El valor de las cosas lo determina el deseo, que es caprichoso y anárquico y la propiedad es la culminación de ese deseo.
El deseo es la fuente del y es inherente al Samsara, pero justamente es en el propio Samsara donde la economía corre. Es lógico que, al extinguir el deseo, extinguimos la economía, y esta verdad es inamovible.
Para que un individuo produzca es necesario que lo mueva el deseo de poseer bienes o disfrutar servicios. A partir de esta emoción, emoción como aquello que motiva o mueve, el individuo, la sociedad, sus medios de producción se ponen en marcha para satisfacer ese deseo.
Pero la satisfacción se logra cuando se consigue, o sea, se posee o se disfruta.
Desde esta perspectiva, robar es una distorsión sin sentido. Se roba el fruto del trabajo, con lo que la motivación para conseguirlo disminuye en igual proporción. Robar es poner más difícil la consecución del deseo, más caro, más inaccesible lo que hace que el deseo disminuya. Si se aumenta la cantidad de lo que se roba, vía impuestos o intereses bancarios, el deseo acaba desapareciendo y el individuo solo se mueve para lograr satisfacer exclusivamente sus necesidades básicas. El nivel de robo en el que los individuos solo producen para mantenerse vivos, es el óptimo para los sistemas económicos basado en el latrocinio. Más allá, empiezan a perder primos vía defunciones o emigración, a no ser que implementen sistemas basados en deuda, de forma que, aunque el primo no tenga nada pueda endeudarse de forma que se le robe incluso su futuro y el de sus hijos y nietos.
En el primer caso tenemos sociedades como la camerunesa en la que la gente vive justo en el límite de la supervivencia, en el segundo, yendo el robo más allá, tenemos a la sociedad occidental representada por los Estados Unidos o España, a las que les han robado el próximo medio siglo.
Los cameruneses no tienen nada, pero tampoco deben nada. Los estadounidenses no tienen nada y deben todo lo que podrán tener ellos y sus hijos. Se entiende como sociedad “rica”, aquella en la que el endeudamiento es infinito y el agujero en el que se puede caer también lo es.
Aquí vemos que es necesario introducir el concepto “deuda” que es justamente la inversa a la propiedad. En sí mismo es absurdo y económicamente es ilógico si establecemos como norma económica la de economía de capital, donde para invertir primero hay que ahorrar y solo se puede hacer si se ha ahorrado primero. Pero los sistemas bastardos creados por los ladroneses, ladrones a sueldo de sus propias víctimas, lo primero que hacen para justificarse es renegar del deseo como el mecanismo descubridor del valor y, por tanto, del papel real de la propiedad privada.
Como vimos, fue la escuela española en el siglo XVI la que vió claramente que era el deseo lo que daba valor a las cosas. Sin embargo, el calvinismo de Adam Smith le llevó a mantener que el valor de las cosas estaba relacionado con Dios a través del “sagrado” trabajo, o sea, el valor es una derivación de la gracia divina a través del trabajo invertido en conseguir el bien, ya que el trabajo es sagrado, para los calvinistas, en contra de los españoles que siempre han considerado el trabajo (del latín tripalium, instrumento de tortura) como una maldición propia de esclavos y menesterosos. Según Smith, padre del liberalismo económico, el valor de las cosas las determina el trabajo que lleva hacerlas.
Esta barbaridad abrió la puerta al robo a todas las escalas en las sociedades modernas, políticos imponiendo impuestos abusivos, bancos centrales robando la riqueza y la propiedad de los pueblos, y el concepto de “deuda”.
En contra de lo que la gente piensa, la palabra española “liberal” no deriva de “libertad” sino que fue tomada de la obra literaria de Cervantes “Don Quijote de la Mancha” donde liberal se traduce como buena gente, buena onda, gente guay. Liberal no es alguien que ame la libertad, antes, al contrario, es un carroñero cuyo fin es robar la propiedad a partir de los impuestos, de los intereses bancarios o incluso de la guerra nacional.
El liberal entiende que la economía puede ser planificada porque no depende del caótico deseo, sino del parametrizable deseo. Así que para maximizar el robo el liberal siempre tiende a disminuir el valor trabajo y aumentar el del latrocinio, por lo que su objetivo es la desigualdad social.
Esto se vió en la revolución francesa, donde el estado creció desmesuradamente vía impuestos confiscatorios y de un ejercito descomunal con el que trató de conquistar Europa y llevar sus ideas liberticidas. La rebelión de La Vendée entre 1793 y 1796, un hoy ocultada como “contrarrevolucionaria” fue en el sentido de tratar de luchar para mantener su libertad económica al nivel, al menos, del Antiguo Régimen y fue brutalmente masacrada en vidas y en calumnias, al tacharla de “católica”, cuando era totalmente falso.
Para un liberal, la propiedad es algo relativo ya que el valor está en el trabajo, no en ella, por lo que el Estado o la Banca o cualquier ladronés organizado puede robarla con absoluta impunidad. Ejemplo de esto lo tenemos en los sistemas liberales actuales o maximizados en los neoliberales, en los que los excesos de robo no los pagan los ladroneses, sino que se obliga a los pueblos a recatar a sus parásitos.
Marx, llega con el razonamiento del valor del trabajo a su conclusión lógica: si el valor está en el trabajo la propiedad es un robo. Lo cual es perfectamente lógico, si damos por bueno la estupidez devota de Smith.
Los sistemas marxistas eliminan la propiedad y lo cambian por sistemas perfectamente regulados, más incluso que los liberales, sus compañeros liberticidas.
Los sistemas comunistas fracasan siempre por dos cosas, si no hay propiedad no hay deseo y si no hay deseo no hay motivación y si no hay motivación, la única forma de que el sistema funcione es a partir de la esclavización de una parte de la sociedad. Eso lo hizo Stalin o Mao en el siglo pasado y es ahora Trump quien lo hace en los Estados Unidos en su macrosistema penitenciario.
El robo está en la resta entre productividad y supervivencia. Se puede robar más si se logra subir la productividad y disminuir el nivel de supervivencia. Un caso cómico de esto son los programas de motivación de emprendedores en naciones económicamente inviables por su nivel abusivo de robo: el mejor esclavo es el esclavo motivado.
En estados en los cuales una parte de la población está desmotivada puesto que su deseo no puede ser satisfecho y tampoco pueden motivarse por morirse de hambre, como es el caso de los empleados fijos sean públicos o privados que no se pueden perder el empleo pero que tampoco pueden aspirar a ascender, la motivación tiende a cero, igual que su productividad, por lo que tienen que ser el resto de trabajadores los que produzcan para sí mismos y para ellos.
Liberales y marxistas conciben la economía en una elucubración demencial basada en la teología cristiana calvinista cuyo único fin es el pillaje, atraco, latrocinio, rapiña, robo, hurto y fraude de la propiedad obtenida en la teoría del capital.
El deseo no se puede embutir en fórmulas, ni se puede robar sin consecuencias.
Esa es la maldición del kamma.
El motor del Samsara.
Opmerkingen