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En La Primera Jhāna


Copyright © 2023 Tomás Morales Duran. Todos los Derechos Reservados


Si has llegado aquí y no lo has conseguido, vuelve para atrás y reinicia. No sé qué haces aquí. Si lo conseguiste, enhorabuena. Has meditado. Y si es la primera vez, por primera vez. Ya puedes empezar a entrever de qué va esto de meditar y qué poco tiene que ver con el fastidioso tormento de andar desgranando minutos con la lejana esperanza de alcanzar la maldita hora. Ya viste que meditar no consiste en tratar de simular que se medita.


Y viste que, mientras se medita, no se respira, y no es solo por mala educación.


Ya viste que meditar es algo totalmente personal y no una actividad social en una «fábrica de meditar». Ya viste que es gratificante, mucho más que la sensación de felicidad cuando te tomas el té tras lograr superar, un día más, tu hora de castigo. También viste que el tiempo corre de diferente manera. Y que el mundo no dibuja palabras cuando regresas, que todo es nuevo como para los ojos del recién nacido.


Y que todo sucede después de la meditación. Y te cambia. Tan natural como comer o dormir, te restaura. Apagar el cerebro, desprenderse de los parásitos cerebrales es salud. Pura vida.


Ahora te das cuenta que, por primera vez, piensas solo si quieres pensar. El run-run se fue. Que esa verborrea que te acompañó toda la vida no eres tú. Que era puro ruido. No era tu mente, ni eras tú porque nunca lo has controlado. Qué bien se vive en silencio en medio de la vorágine de la vida diaria cuando puedes desconectar de tu vida humana y ascender a otras esferas, a otras dimensiones.


Cuando adquieras práctica, cuando tu cerebro desempolve sus circuitos arrumbados por falta de uso, irás viendo que cada vez es más fácil, que tardas menos en hacer más. Y llegará el día que te sientes y suceda lo inesperado. Solo con sentarte, sin más ejercicio entrarás en jhāna, una jhāna mucho más profunda.


Es la segunda jhāna… y así.


Aprovecha para encontrar un lugar digno de los devas, búscalos y haz amigos. Pero tampoco te apegues, porque su celda aunque sea más linda que la tuya, está en la prisión de lo condicionado, en el mismo Samsara.


Acabas de aprender a salir y ahora te toca buscar y recorrer. Has salido del mundo y ahora ya puedes contemplarlo, aunque no tengas palabras en tu mochila para expresarlo, ves por ti mismo lo que especulaba Wittgenstein.


Ahí lo tienes. Aquí estás: fuera del mundo, fuera del lenguaje.

Enhorabuena.


Y no olvides esto:



MN 120: Renacimiento Por Una Determinada Disposición

Esto he oído.

En cierto momento, el Buddha se encontraba cerca de Sāvatthī en Bosquecillo de Jeta, en el monasterio de Anāthapiṇḍika. Allí, el Buddha se dirigió a los bhikkhus:

—¡Bhikkhus!

—Venerable señor —respondieron.

El Buddha dijo esto:

—Os enseñaré el renacimiento por una determinada disposición. Escuchad y prestad mucha atención, yo hablaré.

—Sí, señor —respondieron.

El Buddha dijo esto:

—Tomemos el caso de un bhikkhu dotado de fe, de ética, de formación, de frugalidad y de sabiduría. Piensa: «¡Si, al menos, cuando mi cuerpo se desintegre, después de la muerte, renaciera en compañía de chatrias acomodados!».

Se asienta en esa disposición, la estabiliza y la desarrolla. Esa disposición y ese entrenamiento suyos, desarrollados y cultivados así, conducen al renacimiento allí. Este es el camino y la práctica que lleva al renacimiento allí.

Además, tomemos el caso de un bhikkhu dotado de fe, de ética, de formación, de frugalidad y de sabiduría. Piensa: «Si, al menos, cuando mi cuerpo se desintegre, después de la muerte, renaciera en compañía de brahmanes acomodados... cabezas de familia acomodados».

Se asienta en esa disposición, la estabiliza y la desarrolla. Esa disposición y ese entrenamiento suyos, desarrollados y cultivados así, conducen al renacimiento allí. Este es el camino y la práctica que lleva al renacimiento allí.

Además, tome un bhikkhu que tenga fe, ética, preparación, generosidad y sabiduría. Escuchó: «Los Devas de los Cuatro Grandes Reyes son longevos, hermosos y muy felices». Piensa: «¡Si, al menos, cuando mi cuerpo se desintegre, después de la muerte, renaciera en la compañía de los Devas de los Cuatro Grandes Reyes!».

Se asienta en esa disposición, la estabiliza y la desarrolla. Esa disposición y ese entrenamiento suyos, desarrollados y cultivados así, conducen al renacimiento allí. Este es el camino y la práctica que lleva al renacimiento allí.

Además, tomemos el caso de un bhikkhu dotado de fe, de ética, de formación, de frugalidad y de sabiduría. Escuchó: «Los Devas de los Treinta y Tres... los Devas de Yama... los Devas Gozosos... los Devas que Aman Crear... los Devas que Controlan las Creaciones de Otros son longevos, hermosos y muy felices». Piensa: «¡Si, al menos, cuando mi cuerpo se desintegre, después de la muerte, renaciera en compañía de los Devas que Controlan las Creaciones de los Demás!».

Se asienta en esa disposición, la estabiliza y la desarrolla. Esa disposición y ese entrenamiento suyos, desarrollados y cultivados así, conducen al renacimiento allí. Este es el camino y la práctica que lleva al renacimiento allí.

Además, tomemos el caso de un bhikkhu dotado de fe, de ética, de formación, de frugalidad y de sabiduría. Escuchó: «El Brahma que gobierna sobre mil sistemas mundiales es longevo, hermoso y muy feliz». Ahora el Brahmā que gobierna sobre mil sistemas mundiales contempla decidido a invadir una galaxia de mil sistemas solares, así como a los seres vivos que renacen allí. Así como una persona puede tomar una nuez en su mano y examinarla, así también el Brahmā que gobierna sobre mil sistemas mundiales contempla decidido a invadir una galaxia de mil sistemas solares, así como a los seres vivos que renacen allí. Piensa: «¡Si, al menos, cuando mi cuerpo se desintegre, después de la muerte, renaciera en compañía del Brahmā que gobierna sobre mil sistemas mundiales!».

Se asienta en esa disposición, la estabiliza y la desarrolla. Esa disposición y ese entrenamiento suyos, desarrollados y cultivados así, conducen al renacimiento allí. Este es el camino y la práctica que lleva al renacimiento allí.

Además, tomemos el caso de un bhikkhu dotado de fe, de ética, de formación, de frugalidad y de sabiduría. Escuchó: «El Brahmā de dos mil... el Brahmā de tres mil... el Brahmā de cuatro mil... el Brahmā de cinco mil es longevo, hermoso y muy feliz». Ahora el Brahmā de cinco mil contempla decidido a invadir una galaxia de cinco mil sistemas solares, así como a los seres vivos que renacen allí. Así como una persona puede tomar cinco nueces en la mano y examinarlas, así también el Brahmā de cinco mil contempla decididos a invadir una galaxia de cinco mil sistemas solares, así como a los seres vivos que renacen allí. Piensa: «¡Si, al menos, cuando mi cuerpo se desintegre, después de la muerte, renaciera en compañía del Brahmā de cinco mil!».

Se asienta en esa disposición, la estabiliza y la desarrolla. Esa disposición y ese entrenamiento suyos, desarrollados y cultivados así, conducen al renacimiento allí. Este es el camino y la práctica que lleva al renacimiento allí.

Además, tomemos el caso de un bhikkhu dotado de fe, de ética, de formación, de frugalidad y de sabiduría. Escuchó: «El Brahmā de diez mil es longevo, hermoso y muy feliz». Ahora el Brahmā de diez mil contempla decidido a invadir una galaxia de diez mil sistemas solares, así como a los seres vivos que renacen allí. Supongamos que hubiera una gema de berilo que fuera naturalmente hermosa, de ocho facetas y bien trabajada. Cuando se coloca sobre una alfombra de color crema, resplandecerá y brillará e irradiará. De la misma manera, el Brahmā de diez mil contempla decidido a penetrar una galaxia de diez mil sistemas solares, así como a los seres vivos que renacen allí. Piensa: «¡Si, al menos, cuando mi cuerpo se desintegre, después de la muerte, renaciera en compañía del Brahmā de diez mil!».

Se asienta en esa disposición, la estabiliza y la desarrolla. Esa disposición y ese entrenamiento suyos, desarrollados y cultivados así, conducen al renacimiento allí. Este es el camino y la práctica que lleva al renacimiento allí.

Además, tomemos el caso de un bhikkhu dotado de fe, de ética, de formación, de frugalidad y de sabiduría. Escuchó: «El Brahmā de cien mil es longevo, hermoso y muy feliz». Ahora el Brahmā de cien mil contempla decidido a penetrar una galaxia de cien mil sistemas solares, así como a los seres vivos que renacen allí. Supongamos que hubiera un adorno de oro raro, elaborado por un experto herrero, bien trabajado en la forja. Cuando se coloca sobre una alfombra de color crema, resplandecerá y brillará e irradiará. De la misma manera, el Brahmā de cien mil contempla decidido a invadir una galaxia de cien mil sistemas solares, así como a los seres vivos que renacen allí. Piensa: «¡Si, al menos, cuando mi cuerpo se desintegre, después de la muerte, renaciera en compañía del Brahmā de cien mil!».

Se asienta en esa disposición, la estabiliza y la desarrolla. Esa disposición y ese entrenamiento suyos, desarrollados y cultivados así, conducen al renacimiento allí. Este es el camino y la práctica que lleva al renacimiento allí.

Además, tomemos el caso de un bhikkhu dotado de fe, de ética, de formación, de frugalidad y de sabiduría. Escuchó: «Los Devas Radiantes... los Devas del Resplandor Limitado... los Devas del Resplandor Ilimitado... los Devas Brillantes... los Devas de la Gloria Limitada... los Devas de la Gloria Ilimitada... los Devas de la Belleza Refulgente... los Devas de los Resultados Abundantes... los Devas Vehapphala… los Devas Aviha… los Devas Atappa… los Devas Sudassa… los Devas Sudassi… los Devas Akanittha… los Devas de un Lugar Vacío... los Devas de un Lugar Sin Límites Conocidos... los Devas de Ningún Lugar… los Devas de la Ausencia de los Factores de Aferramiento a la Existencia son longevos, hermosos y muy felices». Piensa: «¡Si, al menos, cuando mi cuerpo se desintegre, después de la muerte, renaciera en compañía de los devas de la Ausencia de los Factores de Aferramiento a la Existencia!».

Se asienta en esa disposición, la estabiliza y la desarrolla. Esa disposición y ese entrenamiento suyos, desarrollados y cultivados así, conducen al renacimiento allí. Este es el camino y la práctica que lleva al renacimiento allí.

Además, tomemos el caso de un bhikkhu dotado de fe, de ética, de formación, de frugalidad y de sabiduría. Piensa: «Si tan solo pudiera lograr la liberación de la conciencia a través de la episteme en esta misma vida, y vivir habiéndolo conseguido con mis propias habilidades paranormales debido a la erradicación de las tendencias subyacentes». Logra la liberación de la conciencia a través de la episteme en esta misma vida. Y vive habiéndolo conseguido con su propia episteme debido a la erradicación de las tendencias subyacentes. Y, bhikkhus, ese bhikkhu no renace en ninguna parte.

Eso es lo que dijo el Buddha. Satisfechos, los bhikkhus se alegraron con lo que dijo el Buddha.


Y, por último, una advertencia:



—Bhikkhus, estas cuatro personas se encuentran en el mundo.

—¿Qué cuatro?

—En primer lugar, un bhikkhu, completamente apartado de los placeres sensoriales, apartado de las cualidades perjudiciales, entra y se sumerge en la primera jhāna, que tiene el placer, la felicidad y la alegría que surgen del recogimiento, mientras dirige la mente y la mantiene concentrada.

Lo disfruta y le gusta y lo encuentra satisfactorio. Si permanece en eso, se compromete con ello y contempla a menudo sin perderlo, cuando muere renace en compañía de los Devas del Séquito de Brahmā. La vida útil de los Devas del Séquito de Brahmā es de un eón. Una persona corriente permanece allí hasta que se agota la vida de esos devas, luego se va al infierno o al reino animal o al reino de los espíritus hambrientos. Pero un discípulo del Buddha permanece allí hasta que se agota la vida de esos devas, luego se extingue en esa misma vida.


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