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Foto del escritorTomás Morales y Durán

El Efecto Chile

El chile contiene capsaicina, al igual que el chile, que es en sí el picante y funcionalmente es similar a la compasión o karuṇā.

El compuesto químico capsaicina o capsicina1​ (8-metil-N-vanillil-6-nonenamida) es una oleorresina, componente activo de los pimientos picantes (Capsicum). Es irritante para los mamíferos; produce una fuerte sensación de ardor (pungencia) en la boca.

Al tocar un chile con la boca se siente calor, algo que bioquímicamente no es equivocado. El producto químico de la capsaicina en el chile se une a un receptor que desencadena un nervio que se activa en el cerebro lo que provoca la sensación de ardor en la lengua. El cuerpo registra esto como dolor y libera endorfinas en el cuerpo para potenciar la sensación de bienestar.

Los neurobiólogos han hallado que una combinación de hormonas determina el grado de bienestar de un individuo. Se ha demostrado científicamente que la serotonina y las endorfinas son las sustancias clave que generan sensaciones de felicidad, bienestar y sueño reparador; y, sobre todo, que actúan como analgésicos naturales.

No solo eso, los chiles y la marihuana tienen mucho en común: cuando se comen, ambos interactúan con el mismo receptor en nuestros estómagos, según un artículo de investigadores de la University of Connecticut. Éstos vieron que la capsaicina se unía a un receptor llamado TRPV1, que se encuentra en células especializadas en todo el tracto gastrointestinal. Cuando la capsaicina se une a ella, TRPV1 hace que las células produzcan anandamida.

La anandamida es un compuesto químicamente similar a los cannabinoides en la marihuana. Fue la anandamida la que hizo que el sistema inmune se tranquilizara. Y los investigadores descubrieron que podían obtener los mismos resultados calmantes en el intestino alimentando a los ratones con anandamida directamente.

El cerebro también tiene receptores de la anandamida. Son estos receptores los que reaccionan con los cannabinoides de la marihuana para generar el ‘subidón’ que experimentan las personas.

Es decir, comer chile nos produce un subidón de felicidad y de alegría en forma de disparo de endorfinas y de anandamida.

Y, por supuesto, cuanto más fuerte sea la sensación de pungencia, mayor será el disparo. Por eso es muy normal ver en ciertos países como México comer comida extraordinariamente picante, lo que a otras personas les parecería insoportable, y se les ve alegres después de verles sudar y ruborizarse con el picante.

Cuanto peor se pasa, mayor es la recompensa.

Algo muy similar sucede con karuṇā, la compasión o amor compasivo.

Para desarrollar karuṇā se necesita ser capaz de empatizar con personas que lo estén pasando mal. Cuanto peor lo pasen, las situaciones sean extremas y mayor empatía se logre, peor se pasa. Igual que con el chile.

Esto provoca una reacción de aversión a la situación, de forma que el cerebro entra en alerta y trata de superar este extremo sentimiento de rechazo lo que impulsa a realizar conductas que consigan solventar la situación de las personas sufrientes. Esto incluye dar dinero, curar enfermos terminales, salvar refugiados que se ahogan en alta mar, recoger moribundos, hacer comida para los pobres, etc.

Cualquiera que vea desde fuera esta situación comprendería que la persona afectada se comporta de forma altruista, por lo que reforzará su conducta como “buena conducta”. Por otra parte, el mismo afectado, al sentirse feliz entiende que lo que hace también es “bueno”, por lo que se da un doble refuerzo, el personal y el social.

Sin embargo, lo que realmente sucede es que estamos frente a un endopolitoxicómano en fase de abstinencia que se ve impelido compulsivamente a realizar estas tareas, no para “ayudar”, de hecho, ni siquiera se plantea si esa “ayuda” realmente es lo más conveniente para las personas objeto de su compulsión, sino para conseguir un disparo de endorfinas y de anandamida que le dejará feliz y alegre durante un buen tiempo.

Estas conductas, al depender de los órganos sensoriales, entran dentro de la categoría de “placeres sensoriales” que crean apego, aversión y, por tanto, sufrimiento. Obviamente son impedimento en el desarrollo del despertar.

Esta “compasión” nada tiene que ver con la de un Sammasambuddha que consiste en tener la disposición a mostrar el Dhamma a gente dormida para lo que tiene que tratar con necios e ignorantes, lo que le es esencialmente repulsivo y a cambio de absolutamente nada. Un Sammasambuddha no tiene nada que ganar ni mérito que conseguir.

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