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Absorción


Copyright © 2023 Tomás Morales Duran. Todos los Derechos Reservados


Los péptidos son moléculas formadas por varios aminoácidos. Las encefalinas al ser pentapéptidos tienen cinco aminoácidos unidos por enlaces peptídicos. La palabra «opiáceo» hacer referencia a las moléculas que actúan como analgésicos para el sistema nervioso, teniendo una función tranquilizante. Por último, el término «endógeno» nos indica que es el cuerpo humano quien las produce.

Metencefalina Leuencefalina


Hay dos tipos de encefalinas, la metencefalina y la leuencefalina. Son pequeños péptidos presentes en muchas neuronas centrales (en el globo pálido, tálamo, caudado y sustancia gris central). Su precursor es la proencefalina que se sintetiza en el cuerpo neuronal y después se divide en péptidos menores por la acción de peptidasas específicas. Los fragmentos resultantes incluyen dos encefalinas, compuestas por cinco aminoácidos cada una, con una metionina o leucina terminal, respectivamente. Tras su liberación e interacción con receptores peptidérgicos, son hidrolizadas hasta formar péptidos inactivos y aminoácidos, como son las dinorfinas y la sustancia P, el péptido del dolor.


Existen otros opiáceos endógenos como las endorfinas y las dinorfinas. De modo general, este grupo de opiáceos actúan en la generación de respuestas de inhibición y en las sensaciones de placer, puesto que participan en el circuito del refuerzo. Asimismo, también actúan en la regulación, estabilidad, de la temperatura corporal, de la respiración y de la respuesta cardiovascular y en el correcto funcionamiento de la memoria y de la atención.


Las encefalinas se unen con los principales receptores de los opiáceos que son los kappa, mu y delta. Las encefalinas se producen en la hipófisis y se transmiten a distintas zonas corporales tanto en el cerebro, a la médula suprarrenal y al tracto digestivo.


La médula suprarrenal tiene la función de producir neurotransmisores como la adrenalina y la noradrenalina que se encargan de la transmisión de impulsos nerviosos. Por otra parte, el tracto intestinal, que se encuentra fuera del sistema nervioso central, se encarga de las funciones de ingestión, digestión y excreción. Por tanto, las encefalinas pueden mantenerse almacenadas hasta que sea necesaria su intervención.


La principal función de este péptido es relajar, tranquilizar, en definitiva, reducir la activación corporal. De esta forma, tiene función depresora en el sistema nervioso central, formado por el cerebro y la médula, que es el principal director del cuerpo.


Como ya hemos visto, las encefalinas intervienen en distintos procesos corporales, pero es en el control del dolor donde esta molécula muestra mayor repercusión.


El dolor físico es una sensación que surge en el cuerpo con una función adaptativa, que motiva a actuar para restablecer al estado anterior. En situaciones en las que el dolor es tan elevado que sentirlo deja de ser funcional, no favorece a la supervivencia, el propio cuerpo inhibe esta sensación para poder buscar ayuda o ponerse a salvo.


Aunque la función más destacable de las encefalinas es la disminución de la sensación de dolor, también se ven implicadas en muchas otras funciones del organismo. Es muy importante para mantener la homeostasis del cuerpo, es decir, mantener el equilibrio de distintos procesos corporales, como la respiración, frecuencia cardiaca, temperatura corporal o incluso la cantidad de glucosa en sangre.


También ayudan a aumentar la creación de nuevas células, a disminuir la sensación de estrés y restablece el estado del sistema inmune tras su actuación. Asimismo, se relaciona con las adicciones a ciertas sustancias, ayudando a generar el efecto placentero y reforzante. En definitiva, el papel que ejercen las encefalinas es la recuperación y restablecimiento del equilibrio del estado físico y mental.


La forma sobre la que se direccionará la mente viene dada por la siguiente fórmula:



Este ejercicio no es recurrente, solo se hace una vez inmediatamente después del ejercicio que genera la epinefrina. Hay que tener la intención clara de salir y hay que dejarse ir cuando llega el momento.


Se inicia con los pulmones completamente vacíos y se hace una inspiración larga de mayor a menor intensidad, y llegados a un punto, se corta la respiración ocluyendo la glotis, impidiendo así la entrada del aire, y el meditador se pone en órbita… «se va». En ese momento, la cabeza caerá ligeramente hacia atrás y a la derecha quedando livianamente encajada apoyada en los músculos del hombro derecho para que no se pueda mover.


Se debe verificar que no se respira, que no hay pensamiento alguno, que no hay visualización alguna. En ese momento, el verificador se va. Se debe permanecer así, al menos, durante cinco minutos, para validar el ensayo. Ese tiempo debería controlarse externamente porque la percepción del tiempo en ese estado es muy diferente. En ese estado se puede permanecer normalmente entre cinco y treinta minutos.


En el caso de salir antes de tiempo, se debe proceder inmediatamente de regreso al ejercicio de la epinefrina con más fuerza y, posteriormente, se ensaya de nuevo con las encefalinas. Esto se puede hacer otra vez más hasta lograr salir durante esos cinco minutos, aunque en algún caso, menos tiempo puede ser suficiente para haber entrado en la primera jhāna. Si no se logra, de debe descansar y, en otro momento, empezar desde cero.


...Estás listo y te lanzas al vacío... en lo más alto del salto sueltas el aire... con los pulmones vacíos parece como si todo estuviera suspendido... inhalas profundo, sostienes todo el aire y comienzas a caer, el descenso es suave, como si la exhalación te estuviese sosteniendo, todo va desapareciendo, los pensamientos, las imagines, las sensaciones, las emociones, la respiración, el movimiento... y también desapareces, como una gota que se pierde en el océano.

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