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Ocurrencias


Copyright © 2023 Tomás Morales y Duran. Todos los Derechos Reservados


El futuro Buddha empezó con una hipótesis errada, que el placer no se obtiene más que por el dolor. Y será el primer pero no único yerro en su búsqueda noble.

No por nada, una de las condiciones para ser un buda es el deseo de aprender, y se aprende como se puede.

Un error típico que suelen cometer los verdaderos buscadores es pensar que el problema puede estar ya resuelto y la solución más fácil es encontrar a quien lo resolvió. Esto termina desembocando indefectiblemente en una estúpida pérdida de energía y de tiempo. Quien encuentra la Verdad, queda desmotivado para compartirla, mientras que los que pregonan verdades, son los que venden mentiras.

Buscó a Āḷāra el Kālāma y después a Uddaka Rāmaputta con quienes aprendió a entrar y permanecer respectivamente en dos espacios (āyatanas): en la dimensión de ningún lugar y en la dimensión de la ausencia de factores de aferramiento a la existencia. Y como vimos, carecen de utilidad fuera de contexto. Entendiendo que ninguno de estos dos estados era lo que andaba buscando, se alejó.


Entonces, deambulando etapa por etapa por las tierras de Magadha, llegó a Senanigama cerca de Uruvelā, un asentamiento provisional. Allí llegó a una encantadora extensión de tierra con una hermosa arboleda y un río que fluye claro con un vado delicioso, y un pueblo cercano para la manutención. Y se le ocurrió:


«¡Claro que sí! es una encantadora extensión de tierra, y la arbolado es hermosa, y el río fluye claro con un vado delicioso, y hay un pueblo cerca para la manutención. ¡Sí, cómo no! Esto sirve perfectamente para el entrenamiento de un joven empeñado en el esfuerzo».


Así que, se sentó allí, pensando: «¡Claro que sí! Este lugar sirve para entrenarme».

Además de las ganas de aprender, un bodhisatta debe encontrar el lugar adecuado. La gnosis depende de la presencia de devas y éstos no están en cualquier parte. Los devas aman los lugares dotados de hermosura, con aguas claras y accesibles. Encontrar el lugar puede resultar lo más complicado.


Ya en el lugar, comenzó con sus ocurrencias…


Se le ocurrieron estos tres ejemplos, que no le fueron inspirados sobrenaturalmente ni aprendidos antes en el pasado.


«Supongamos que hay un tronco verde lleno de savia que yace en el agua. Entonces viene una persona con un taladro pensando en encender fuego y producir calor».


Al perforar el palo contra ese tronco verde y lleno de savia que yace en el agua, no podría encender un fuego y producir calor, porque es un tronco verde lleno de savia y yace en el agua. Esa persona seguramente se va a desgastar en vano.

De la misma manera, hay ascetas y brahmanes que no viven apartados en cuerpo y mente de los placeres sensoriales. No han renunciado o anulado subjetivamente el ansia, la afección, el engreimiento, el enamoramiento, el ansia y la pasión por los placeres sensoriales. Independientemente de si sienten o no sensaciones dolorosas, penetrantes, severas y agudas debido al sobreesfuerzo, son incapaces de lograr la episteme del incomparable autodespertar.

Este fue el primer ejemplo que se le ocurrió.


Entonces se le ocurrió un segundo ejemplo.


«Supongamos que hay un tronco verde y lleno de savia que yace en tierra seca lejos del agua. Si viene una persona con un taladro pensando en encender fuego y producir calor».


Al perforar el palo contra ese tronco verde y lleno de savia en tierra seca lejos del agua, tampoco se podría encender un fuego y producir calor, porque sigue siendo un tronco verde y lleno de savia, a pesar de que yace en tierra seca, lejos del agua. Esa persona seguramente se va a desgastar en vano.

Del mismo modo, hay ascetas y brahmanes que aunque viven retirados en cuerpo y mente de los placeres sensoriales, no han renunciado o anulado subjetivamente el ansia, la afección, el engreimiento, el enamoramiento, el ansia y la pasión por los placeres sensoriales. Independientemente de si sienten o no sensaciones dolorosas, penetrantes, severas y agudas debido al sobreesfuerzo, son incapaces de lograr la episteme del incomparable autodespertar.

Este fue el segundo ejemplo que se me ocurrió.


Entonces se le ocurrió un tercer ejemplo.


«Supongamos que hay un tronco seco y marchito, y que yace en tierra seca lejos del agua. Si viene una persona con un taladro pensando en encender un fuego y producir calor».


Al perforar el palo contra ese tronco seco y marchito en tierra seca lejos del agua, podría encender un fuego y producir calor, porque es un tronco seco y marchito, y yace en tierra seca lejos del agua.

Del mismo modo, hay ascetas y brahmanes que viven retirados en cuerpo y mente de los placeres sensoriales. Y han renunciado y calmado subjetivamente el ansia, la afección, el engreimiento, el enamoramiento, el ansia y la pasión por los placeres sensoriales. Independientemente de si sienten o no sensaciones dolorosas, penetrantes, severas y agudas debido al sobreesfuerzo, son capaces de alcanzar la episteme del despertar supremo.

Este fue el tercer ejemplo que se le ocurrió. Estos son los tres ejemplos, que no se inspiraron sobrenaturalmente, ni aprendidos antes en el pasado, que se le ocurrieron.

Pero le faltó un cuarto ejemplo, más significativo: si un tronco está seco aunque esté flotando en el agua se puede encender. Pero en esta etapa, su idea era alejarse de los placeres sensoriales manteniendo su idea inicial de «el placer no se obtiene más que por el dolor».


Y empezaron las ocurrencias:


«Supongamos ahora que yo, con los dientes apretados, con la lengua presionada contra el paladar, ¿lograré que mi mente se someta, se fuerce y se domine a sí misma?».


Entonces, con los dientes apretados, con la lengua presionada contra el paladar, mantuvo que la mente sometida, forzada y dominada a sí misma. Mientras estaba sometiendo, forzando y dominando la mente, con los dientes apretados, la lengua presionada contra el paladar, el sudor brotaba de sus axilas.

Es como si un hombre fuerte, que se hubiera apoderado de un hombre más débil por la cabeza o los hombros, lo sometiera, lo forzara y lo dominara. Así, estuvo sometiendo, forzando y dominando su mente, con los dientes apretados, con la lengua presionada contra el paladar, mientras el sudor brotaba de sus axilas.

Luchó duro. Puso toda su energía y concentración sin relajarse. Pero no consiguió paz en su cuerpo, porque toda la concentración se utilizó para luchar y dominar el dolor. Sin embargo, su mente no se sintió abrumada por el dolor.


Entonces se le ocurrió,


«¿Por qué no practico la contemplación sin respiración?».


Así que cortó su respiración por la boca y la nariz. Pero entonces el aire salió de sus oídos haciendo un fuerte ruido, como el resoplido del fuelle de un herrero.

Luchó duro. Puso toda su energía y concentración sin relajarse. Pero no consiguió paz en su cuerpo, porque toda la concentración se utilizó para luchar y dominar el dolor. Sin embargo, su mente no se sintió abrumada por el dolor.


Entonces se le ocurrió:


«¿Por qué no sigo practicando la contemplación sin respiración?».


Así que cortó la respiración por la boca, la nariz y las orejas. Pero luego el aire a presión golpeó su cabeza, como si un hombre fuerte estuviera perforando su cabeza con una punta afilada.

Luchó duro. Puso toda su energía y concentración sin relajarse. Pero no consiguió paz en su cuerpo, porque toda la concentración se utilizó para luchar y dominar el dolor. Sin embargo, su mente no se sintió abrumada por el dolor.


Entonces se le ocurrió:


«¿Por qué no sigo practicando la contemplación sin respiración?».


Así que cortó la respiración por la boca, la nariz y las orejas. Pero luego le dio un fuerte dolor de cabeza, como si un hombre fuerte me estuviera apretando una correa de cuero alrededor de la cabeza.

Luchó duro. Puso toda su energía y concentración sin relajarse. Pero no consiguió paz en su cuerpo, porque toda la concentración se utilizó para luchar y dominar el dolor. Sin embargo, su mente no se sintió abrumada por el dolor.


Entonces se le ocurrió:


«¿Por qué no sigo practicando la contemplación sin respiración?».


Así que cortó la respiración por la boca, la nariz y las orejas. Pero luego, la presión del aire cortó su vientre, como un hábil carnicero o su aprendiz me estaba cortando el vientre con un cuchillo de carnicero.

Luchó duro. Puso toda su energía y concentración sin relajarse. Pero no consiguió paz en su cuerpo, porque toda la concentración se utilizó para luchar y dominar el dolor. Sin embargo, su mente no se sintió abrumada por el dolor.


Entonces se le ocurrió:


«¿Por qué no sigo practicando la contemplación sin respiración?».


Así que cortó la respiración por la boca, la nariz y las orejas. Pero luego hubo un ardor intenso en su cuerpo, como dos hombres fuertes que agarran a un hombre más débil por los brazos para quemarlo y abrasarlo en un pozo de brasas.

Luchó duro. Puso toda su energía y concentración sin relajarse. Pero no consiguió paz en su cuerpo, porque toda la concentración se utilizó para luchar y dominar el dolor. Sin embargo, su mente no se sintió abrumada por el dolor.


Entonces algunos devas que viven cerca de los árboles y los ríos le vieron y dijeron: «el asceta Gotama está muerto». Otros dijeron: «No está muerto, pero se está muriendo». Otros dijeron: «No está muerto ni muriendo. El asceta Gotama es un Digno, porque así es como viven los Dignos».

Aunque consiguió aislar la mente del dolor, que es una característica de los Dignos, al emplear toda la concentración para dominar el dolor, no pudo conseguir la paz necesaria. La idea de no respirar era correcta, pero el modo de conseguirlo impedía el logro de la gnosis.


Cambiando de estrategia, se le ocurrió:

«¿Por qué no practico renunciando totalmente a la comida?»

Pero los devas vinieron a él y le dijeron: «Buen señor, no practiques renunciando totalmente a la comida. Si lo haces, infundiremos néctar divino por tus poros y vivirás de eso».

Entonces pensó:

«Si afirmo estar ayunando totalmente mientras estos devas infunden néctar divino en mis poros, sería mentir por mi parte».

Así que despidió a esos devas, diciendo:

—No hay necesidad.


Entonces se le ocurrió:


«¿Por qué no tomo únicamente un poco de comida de cada vez, una taza de caldo hecho de soja verde, lentejas, garbanzos o guisantes?».


Eso es lo que hizo, hasta que su cuerpo se volvió extremadamente demacrado Debido a que comía tan poco, sus extremidades se volvieron como las articulaciones de un viejo de ochenta años o de un cadáver, su trasero se convirtió en la pezuña de un camello, sus vértebras sobresalían como las cuentas en una japamala y sus costillas estaban tan demacradas como vigas rotas en un viejo granero. Debido a que comía tan poco, el brillo de sus ojos se hundió profundamente en las cuencas, como el destello del agua hundida en un pozo. Debido a que comía tan poco, su cuero cabelludo se apergaminó y se quedó mustio como una calabaza verde amarga al viento y al sol.

Debido a que comía tan poco, la piel de su vientre se pegó a la columna vertebral, de modo que cuando trató de frotar la piel de su vientre, agarró la columna vertebral, y cuando intentó frotar la columna vertebral, frotó la piel de su vientre. Debido a que comía tan poco, cuando intentó orinar o defecar se cayó boca abajo allí mismo. Debido a que comía tan poco, cuando intentó aliviar su cuerpo frotando las extremidades con las manos, el cabello, podrido en sus raíces, se cayó.

Entonces algunas personas que le vieron y dijeron: «el asceta Gotama es negro». Algunos dijeron: «No es negro, es marrón». Algunos dijeron: «No es negro ni marrón». «El asceta Gotama tiene la piel rojiza». Tanto así se había arruinado el cutis puro y brillante de su piel por tomar tan poca comida.


Entonces pensó:

«Cualesquiera que sean los ascetas y los brahmanes que hayan experimentado sensaciones dolorosas, agudas, severas y penetrantes debido al sobreesfuerzo, ya sea en el pasado, futuro o presente, hasta aquí alcanza, nadie ha hecho más que esto. Pero no he conseguido ningún logro en episteme que sea digno de los nobles por este trabajo severo y agotador. ¿Podría haber otro camino para el despertar?».

En este punto, desechó la hipótesis inicial: «el placer no se obtiene más que por el dolor». En este punto acabaron las ocurrencias. Tenía treinta y cinco años y hacía seis que salió de casa.

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