La deificación temprana de la figura del Buddha obedece únicamente a criterios de márketing religioso y da respuesta a varias cuestiones críticas para la consolidación y expansión de una nueva religión. Lo primero que se hace es ignorar totalmente lo que el Buddha decía. Lo segundo es deificar al Buddha presentándolo como el hombre-dios más potente del panteón de dioses asiáticos, por lo que se importan características de héroes tan antiguos como Gilgamesh (de ahí las célebres 32 marcas del Gran Hombre). Después, negar la Iluminación. Por último, establecer una organización dotándola de medios para su mantenimiento. IGNORAR AL BUDDHA Desde un punto de vista estrictamente racional, el Buddha no hizo nada extraordinario. Definió el problema correctamente y se puso a investigar para resolverlo. Muchas otras inteligencias se han dedicado a cuestiones menores, como la ciencia, el arte o la política, no definieron el problema desde la raíz. En eso, el Buddha es totalmente radical. Identifica que el problema no está “fuera” sino “dentro”, y averigua que lo que nos esclaviza es lo que nos hizo humanos: el apego y la estupidez. El Buddha nunca quiso que se conociera su nombre precisamente por la tendencia de los ignorantes a atribuir las realizaciones de alguien a su pertenencia a una estirpe racial o cultural, sino solo por su logro para que sirviera de ejemplo. Sin embargo, se le atribuyen adjetivos como si fueran nombres: “Siddhatta”: logrador, conseguidor. “Gotama”: vaquero (de gentes). El medio por el que el Buddha logró la Iluminación sistemáticamente ha sido ocultado mediante fábulas, ya que no se puede esconder el hecho de la Iluminación en sí. Y en aquellas ocasiones que volvía a expresarlo, las cuatro características del Buddha solitario, han pasado históricamente desapercibidas. El Buddha no hizo nada extraordinario. Hizo lo que tenía que hacer, nada más. ¿Qué se puede esperar de alguien que está en un curso? ¿Que lo apruebe es algo extraordinario? Lo extraordinario, como veremos, es que se establezca el suspenso o reprobación como lo ordinario. El Buddha insiste una y otra vez en su rechazo a maestros, a escrituras, a tradiciones, a linajes… y solo proclama que es el único maestro es la propia experiencia. Por supuesto, eso dejaría imposibilitada la creación de una (o varias) organizaciones religiosas de salvación, por lo que esto, mientras se dice, se ignora. Hay factores que el Buddha rechaza, y son todos aquellos que no conducen a la iluminación, como son las paramitas. Otro ejemplo es la felicidad. El Buddha nunca alentó a su búsqueda precisamente porque es parte del esquema del apego, y es colaboradora directa del sufrimiento. Sin embargo, las sectas es lo que venden. Lo ejemplos son inacabables. El objetivo es desviar al adepto de la auténtica enseñanza del Buddha y desviarle hacia donde resulte útil para el sostenimiento de la secta. Hay varias opciones, las más habituales son estas tres: Se organiza un sistema de credo a partir de la fe (algo denostado por el Buddha) introduciendo textos sagrados en abstrusas “enseñanzas superiores” y se mantienen los suttas originales, pero infiltrados de suttas de conveniencia, pero siempre bajo el control de una montaña de “Comentarios”. El adepto no puede leer un sutta sin la supervisión de su Comentario. Así cada sutta tiene su carcelero. Se inventan todo. Se escriben sutras ad-hoc que solo usan conceptos lejanamente relacionados. Esta opción es ideal para mezclarlo con las creencias animistas locales, haciendo un todo-en-uno. Al final, da igual cual es el fondo del asunto sino únicamente su utilidad práctica. O si siquiera eso. No tienen ni siquiera un conjunto de bases de pensamiento. Solo tienen de buddhistas el nombre. DEIFICACIÓN DEL BUDDHA Se fabrica al Buddha a partir del ensamblaje, a lo largo del tiempo, de mitos preexistentes en cada lugar que se asientan las sectas. Así que aparece como príncipe de un reino inexistente y con las treinta y dos marcas del Gran Hombre, las mismas que comparten la mayoría de los héroes locales, no importando que el resultado final sea un alien monstruoso. Y al adepto se le hace creer lo inverosímil. Cuanta mayor separación del adepto del Buddha, más fácilmente será manipulable por las sectas. Además, se explota el infantilismo subyacente de los adeptos. Esto reporta importantísimos réditos en cuestiones como construcción de templos, pagodas o estupas. Venta de suerte de toda clase. Venta de accesorios como inciensos, velas, muñecas esperpénticas, bendiciones, etc. Todo esto es más de lo que un presunto bhikkhu necesita para vivir e iluminarse. Las fuertes entradas de dinero son bien vistas por la autoridad política. No olvidemos que cada secta se debe a la autoridad política. El Buddha aparece como un ser único, inalcanzable. Y de los que las sectas esperan recoger beneficios. NEGACIÓN DE LA ILUMINACIÓN La propia dinámica de la Iluminación inhabilita la misma a adeptos de cualquier clase y condición, asi que, obviamente la única salida es la negación, de una u otra forma, de la posibilidad de Iluminación Este aspecto se imbrica con el punto anterior. Sólo un Buddha con todo su poder y características puede iluminarse. Gracias a esto las sectas no están obligadas a garantizar la Iluminación de sus adeptos. Aunque negar la Iluminación invalida totalmente la razón de ser del buddhismo no se hace de forma explícita. Hay dos formas de negociar dicha negación: Unas sectas la posponen a otras vidas con la condición de que mantengan a la organización tanto de forma económica como doctrinal. Se hace hincapié en la generosidad y en el resto de paramitas. La idea es que definitivamente el adepto no moleste y pague. De forma muy residual estas sectas admiten la Iluminación de alguno de sus elementos más viejos a los que se les trata de santos y dan muy pocos detalles, pero suficientes para comprobar que son falsedades. Otras, lo hacen dando a entender de que les dan tantísima pena todos los seres, que hasta que no se iluminen todos, ellos, que no quieren, no lo harán. Su discurso es que no lo hacen, no porque no sepan, es porque son compasivos. Discurso ilógico como todo lo religioso y, como tal, con un éxito total. En cualquier caso, en esta vida, la Iluminación no es posible. El argumento se vuelve a la contra. Si en esta vida no se puede, por lo mismo, en ninguna se puede. ESTABLECIMIENTO DE ORGANIZACIONES SECTARIAS A partir de todo lo anterior, con el apoyo explícito del poder político, se establecen organizaciones cuyo fin inmediato es su propio mantenimiento, asegurando, además, le control social de sus adeptos que es su forma de colaboración con el poder temporal que les apoya. Las sectas son el front-end de lo que es el buddhismo y se espera de ellas que cumplan con el control mental y sumisión de sus adeptos. Desde ellas se accede a un dhamma propio, a una organización reglada y a una figura del Buddha acorde con las circunstancias. El dhamma propio es una adaptación digerible de los ritos animistas o filosóficos preexistentes. Mal que les pese a todas estas organizaciones, lo que el Buddha logró está a la mano de cualquiera que quiera dedicarle el tiempo y el esfuerzo requeridos con muchas ganas de aprender, siempre que rechace a toda secta, se vaya a un sitio agradable y practique jhānas. Aprobar el curso, acabar con la existencia, es nuestro trabajo. No es extraordinario. Lo extraordinario es perder el tiempo atendiendo a tonterías, y más aún, a requerimientos de sectas que no son más que la última línea de defensa de la Ignorancia para evitar que se le escapen sus clientes del Samsara.
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