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¿Qué es lo que nace y muere?
Juegas porque existes y existes porque juegas.
Y juegas porque eres un adicto.
Y eres un adicto porque eres tonto.
Tonto es aquel que tiene convicciones erróneas, que deposita su fe en tonterías y, por tanto, hace tonterías, por eso es tonto.
Hace tonterías porque solo va persiguiendo placeres que los sentidos le puedan proporcionar. Su conducta huronea lo que le hace feliz y se escabulle de lo que le hace infeliz. Es un drogadicto de sus propias drogas, lo que dice bastante de su nivel de idiotez. Y como el tonto piensa como vive, entonces corrompe su pensamiento en pos de creer que hace lo correcto.
Solo tiene oído y pone su fe en aquellos credos que le refuercen en su propia tontería y le digan que no es tonto. Pero como la realidad es tozuda y las tonterías perjudican tanto al tonto como a su entorno, niega la evidencia refugiándose en compulsiones que repriman la realidad que, para él, no es más que su obsesión.
Es tan tonto que cree que puede saltarse las consecuencias de sus estupideces mediante algún preciso juego de manos si va acompañado del oportuno sortilegio que invoque a las todopoderosas fuerzas invisibles, en las que cree de todo corazón, capaces de cambiar a su favor la inquebrantable condicionalidad.
Es tan tonto que cree que es libre. Que decide sobre su destino, porque cree que controla a su personaje, porque cree que el personaje es él, es su «yo».
Y ahí tienes a tonto, siendo caritativo a cambio de serotonina, buscando amor a cambio de oxitocina, buscando el dinero y la fama a cambio de dopamina… ¿sigo?
¿Cómo un tonto va a dejar de ser un adicto? ¿Cómo un tonto puede dejar de existir?
Hemos descrito las adicciones menores, que atan a los mundos inferiores. Estas son el aferramiento a los placeres sensuales, a los puntos de vista, a la creencia errónea de que la adherencia a las reglas y ritos permiten librarse del Samsara y a la creencia en el «yo».
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