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¿Qué es lo que nace y muere?
Ahí tienes a tu personaje. Un vulgar ludópata.
No para de jugar. Como un malabarista juega a varias máquinas al mismo tiempo. Cada moneda echada es una experiencia en la que ha invertido tiempo, trabajo, medios y un poco de él mismo. Juega y juega entre miles de tediosas experiencias indiferentes va buscando cualquier combinación ganadora que le premie con la agradable sensación que deja un chute de dopamina.
Va dejándose la vida en la máquina de la escuela, en la de la universidad, en la de los amores, en la de la aceptación social, en la del trabajo, en la de las inversiones, en la de los padres, en la de los hijos, en la de los amigos, en la de la política, en la de las apuestas, en la de su equipo de fútbol favorito…
Que felicidad por tan poca inversión da la afición deportiva.
Echa de tanto en tanto en la máquina de la religión, que no le da felicidad pero le impele a que siga jugando prometiéndole el premio gordo cuando le echen de la sala. Porque él ve que terminan echando a todos, unos antes que a otros.
Es terrible perder todo lo jugado, pero las monedas en la máquina de la religión prometen que lo invertido se multiplicará después de perderlo todo.
Reevaluando el pasado, poniendo la esperanza en el futuro, una jugada tras otra arrastrado por el ansia de felicidad a la vez que la aversión a la pérdida le espolea a seguir jugando. Como si las máquinas no trajeran su combinación establecida desde fábrica y que pudiera ganarle a la casa. Sueña con la suerte y se entrega a ella.
Hay jugadores miedosos que juegan para no perder y acaban perdiéndolo todo y los hay agresivos que juegan para ganar y acaban perdiéndolo todo. De tanto en tanto, aparece el gobierno para llevarse sus parte, como también lo hacen los desastres naturales como las inundaciones, los huracanes y los terremotos y los accidentes, los incendios, las guerras y los tumultos. Esos no juegan, pero siempre ganan.
Hay jugadores que gozan tanto del juego, que la pasión de vivir no les parece suficiente y se entregan a las drogas, al sexo, a la adrenalina o al poder. Gastan rápido sus fichas y acaban perdiéndolo todo.
Y es que todos lo acaban perdiendo todo. Al llegar la muerte deben dejar todas sus fichas ahí, todas las jugadas en cada máquina a medias. Ya no hay más tiempo. Hay que salir de esa sala de juego. A ver en qué sala te cuelas ahora, desnudo como saliste. Solo tú con tu reputación. A ver dónde puedes colarte.
El juego consiste, precisamente, en no jugar.
Pero eso ni te lo has planteado, vulgar ludópata.
Una muy buena analogía Tomás !! El juego de la vida . Hasta llegar a descubrir por propia experiencia que el juego consiste en dejar de jugar .