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Así en la Tierra…

Copyright © 2019 Tomás Morales Duran. Todos los Derechos Reservadoshttps://vivaranta.files.wordpress.com/2019/05/asc3ad-en-la-tierrae280a6.mp3

NADA ES SER, sino estar, arrastrar la existencia por el vagar interminable del Samsara. Ser un humano no implica llevar una vida humana entendida como una vida inmersa en la realidad y reaccionando a ella racionalmente. Igual que aquel que teniendo piernas podrá o no, andar. Tener piernas y andar no se condicionan mutuamente.

Lo que sí se condicionan mutuamente son la conciencia y su interfaz nama-rupa. Una conciencia a la que la información de entrada le llega tergiversada o que los medios físicos que dispone son limitados limita del mismo modo su potencial.

La conciencia no es algo en sí mismo, es aquel conjunto de condiciones capaz de procesar información proveniente de su interfaz que lo lleva a evolucionar sucesivamente a otro conjunto de condiciones. La muerte es un cambio de interfaz, y la liberación se produce cuando este conjunto toma conciencia de sí mismo y destruye lo que le mantiene adherido a la existencia.

La conciencia entendida como algo general es la evolución de estados tales que cada uno está en dependencia tanto del anterior como de nuevas condiciones. El tiempo es la particular percepción humana de esos cambios en el conjunto de condiciones, que llevan, por tanto, a diferentes conciencias, entendiendo erróneamente que existe una continuidad, algo que “cambia” cuando verdaderamente cada estado es diferente del anterior, como los fotogramas de una película.

Una vez establecido todo esto, es evidente que un humano que simplifica los procesos de información mediante la conceptualización, lo que le condiciona a vivir inmerso es una realidad particular de conceptos sin salida. Literalmente vive encerrado en su lenguaje. O sea, un humano así, es un zombi de su propia cultura.

Si a eso añadimos que lo que rige su conducta dentro de su particular mundo de memes es su primitivo cerebro límbico que es ese pequeño tirano que, mediante sustancias químicas, le premia o le castiga según obtenga o no, sexo o comida, usando las tres respuestas básicas: se queda quieto (apego), huye (aversión) o permanece indiferente… ¿qué clase de “humano” es esa “cosa”? ¿Dónde está la racionalidad? ¿Dónde están sus sentidos que le sirvan para reconocer el mundo donde está, y no ese mundo de palabras que su lenguaje le dicta?

Ese bicho, obviamente, está invalidado para ser consciente de sí y de donde está; alienado con ideas de otros y reaccionando químicamente. Ese bicho no es humano. Es un batracio alienado en una salsa memética.

Y ahora, la pregunta…

¿Qué usarías para transformar al batracio en un humano?

¿Ideas? ¿Conceptos? ¿Enseñanzas…?

¿Le meterías más salsa al bicho?

Piénsalo.

NOTA: La Enciclopedia El Buddha Desnudo ya está disponible en Amazon en formato físico y digital.

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